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Mostrando las entradas de 2023

Washington, la consultoría política y Miguel Bosé

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado Como les conté en el primer relato publicado en esta nueva serie de espacio personal de expresión, en 1992 comenzó una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida, personal y profesional. En marzo de ese año viajé a Washington D.C. y en junio comencé a trabajar como diplomático, Representante Alterno de Venezuela ante la OEA. Lo hice hasta noviembre de 1994. Inolvidable. Pero no he contado la historia de lo que pasó antes de convertirme en diplomático y la verdadera razón por la cual llegué a esa gran ciudad: fue mi querido amigo Carlos Escalante. Conocido con mucho aprecio como Beto. Él es el responsable del gran cambio que significó para mi vida el haberme ido a D.C. en 1992, con apenas 24 años. Él se preparó con años de antelación para seguir su sueño profesional, convertirse en Consultor Político, asesor de campañas electorales. Eso implicaba mudarse a la capital de los Estados Unidos para trabajar con uno de los consultores más conoci

Las mandarinas de Araira

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado El estado Miranda en Venezuela es muy particular en cuanto a su diversidad geográfica. Está distribuida en cinco regiones, cada una con características particulares. En su Zona Metropolitana cuenta con cuatro municipios, Sucre, El Hatillo, Baruta y Chacao, allí se concentra casi el 40% de la población de Caracas. Luego están Barlovento, región costera del estado; los Valles del Tuy, zona caliente y algo árida; los Altos Mirandinos, zona fría y de clima muy agradable; y, finalmente, el eje Guarenas-Guatire, que, para mí, es como una transición entre la metrópoli, la urbe, la gran ciudad que es Caracas, y el inmenso bosque húmedo tropical que es Barlovento. La bisagra entre la modernidad y lo rural. En este eje encontramos dos pequeñas ciudades, Guarenas y Guatire. Cada una tiene sus características, Guatire, quizás por ser más «joven», contiene urbanizaciones más nuevas, digamos con arquitectura moderna, pero a su vez, un casco histórico rico en tra

La abuela Luisa, una maleta perdida y un café con el señor Phill

  #UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado   María Luisa Arévalo no tuvo la oportunidad que tuvimos la mayoría de nosotros de poder ir a la escuela, de formarnos, de tan solo poder aprender a leer y escribir. Ese no fue su caso, sin embargo, y estoy seguro de que muchos de ustedes entenderán lo que quiero decir, es una de las personas más inteligentes que he conocido, una sabiduría natural que da gusto. Ella es la bisabuela materna de mis hijos, madre de mi querida siempre suegra, Gladys. Cuando estábamos en los preparativos de mi primer matrimonio en 1993 logramos compartir mucho, feliz estaba de saber que su querida nieta se casaba, pero le preocupaba porque apenas lo hiciera se mudaría lejos, de La Victoria, Aragua, en Venezuela, a Arlington en Virginia, EE. UU. «Eso es muy lejos y si le pasa algo yo no voy a saber», me decía. Le dije que no se preocupara porque yo iba cuidar muy bien a su nieta porque no me quería meter en problemas con ella. Se sonreía y me veía con esa cara de picar

Enrique Mendoza, mi jefe, el gobernador de Miranda

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado   Un sábado de mediados de 2000 nos tocó inaugurar la primera de una serie de diez «Plantas Procesadoras Semi-Industriales de Cacao», las llamábamos cariñosamente las chocolateras; esta era la de la maestra jubilada y tan hermosa como noble mujer, Teresa Martínez, en la comunidad de Juan Díaz, municipio Acevedo. Como el más alto funcionario presente, director de Programas y Proyectos, y segundo a bordo de la Corporación de Desarrollo Agrícola de Miranda, Cordami, me tocó esperar y recibir al gobernador Enrique Mendoza quien vendría, como siempre lo hacía, al acto de inauguración de la planta. Siempre hizo lo posible por estar presente en cada comunidad, en donde se ejecutaba cualquier proyecto durante su gestión.   Aterriza en el helicóptero de la policía de Miranda, le espero, sale de la nave, me le acerco y me dice, sin preámbulos: «Tenemos que hablar», le respondo: «Usted me dirá, gobernador». Era la primera vez en mi vida que intercambiaba unas

Leonardo Bandes, un doctor que no lo era, una vida para recordar

  #UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado   Conocí a Leonardo Bandes en febrero de 1999, cuando llegué por primera vez a la sede de la Corporación de Desarrollo Agrícola del estado Miranda, Cordami, en Caucagua, como he narrado muchas veces, de la mano de mi querido amigo, José Luis Mejías. Él estaba acompañado de José Raúl Martínez, ambos ingenieros agrónomos, ambos excelentes seres humanos, ambos fallecidos en trágicos accidentes de tránsito, ambos sentidas pérdidas.   Leo, como cariñosamente lo llamábamos, fue un tipo muy especial, era sumamente inteligente, con esa capacidad para estar pendiente de todo, de que nada se le escapara, más aún, capaz de percibir tus emociones. Lo terminé apreciando muchísimo. José Raúl partió primero, al quedar él, se convirtió en mi apoyo fundamental en el trabajo que desarrollábamos en Cordami. El día que lo conocí, lo recuerdo muy bien, porque le pregunté si era familia de Tomás Bandes, a lo que me respondió: «¿Lo conoces?», le dije: «Sí, primero por

Aurelia, una camioneta roja y un alcalde preocupado

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado Aurelia Sutil es una mujer muy especial, amiga mía. Vive en Marizapa, una comunidad vecina de Caucagua, la capital del municipio Acevedo, entrada al pulmón vegetal, Barlovento, esa región del estado Miranda que tiene una humedad altísima todo el año; donde el tambor repica duro el Día de San Juan; en donde muchos de los que creen en espíritus y conversan con otros seres, se dan deleite; en donde usted puede encontrar uno de los mejores cacaos del mundo. Eso y mucho más, es Barlovento. Allí llegué de la mano de mi amigo José Luis en 1999. Lo había cruzado infinidad de veces, viajando de Caracas al oriente de Venezuela, con paradas ocasionales, muy ocasionales, en La Encrucijada de Caucagua,  o El Guapo, o Cúpira. Jamás pensé que llegaría a trabajar allí, mucho menos a vivir. Allí la conocí, una líder comunitaria que se esforzaba por conseguir beneficios para sus comunidades y habitantes. Por lograr «justicia social». Básicamente por servir, nada más

Carla, el sillón dental y una siesta

  #UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado   Creo que conocí a las hermanas Coccorese, Vittoria y Carla, después de 1989, luego de celebrada las elecciones de la Juventud Revolucionaria Copeyana, porque me había incorporado al equipo de la secretaría de Formación y Doctrina que dirigía mi amigo José Luis Mejías y que tutelaba ese gran político, ensayista e intelectual venezolano como lo fue Guillermo Yepes Boscán. Organizamos el trabajo por regiones de Venezuela y a mí me tocó el estado Nueva Esparta, la querida Isla de Margarita, donde ellas vivían.   El trabajo era bien interesante porque teníamos la responsabilidad de recorrer el país, unos muchachos, como lo éramos, promoviendo la formación ideológica y doctrinaria del ideal socialcristiano, del humanismo cristiano, aterrizado en los ámbitos de trabajo juvenil, particularmente en los colegios, liceos y universidades. Fue una época hermosa y de mucha discusión frente al pragmatismo político de muchos. En realidad, no entendía, en ese m

Amanda, su renuncia y cómo nacieron unos exquisitos bombones de chocolate

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado Luisa Amanda González de García, la querida Amanda, es una señora mayor que, de solo verla, uno se enamora de ella. Eso no es de ahorita, me pasó la primera vez que la vi, en 1999. Si mi memoria no es mala, la conocí aquel final de 1999 en el que Venezuela vivió unas de las tragedias que más nos han tocado.  Ocurrió el deslave de Vargas y el rompimiento del embalse de El Guapo, en el estado Miranda. Lo de El Guapo impactó toda esa zona de Barlovento y llegó hasta Los Leones, su pequeña hacienda en la zona agrícola de Manatí, camino a Agua Clara, muy cerca de la comunidad de San José de Río Chico. En esos días la conocí, ataviada para toda la ardua faena de limpieza que le venía. Aún recuerdo esa imagen. Ya debía tener algunos años en la zona, en ese espacio que escogió para su retiro, y del que nunca imaginó en qué terminaría.  Conversar con ella era transportarse y salir de la zona en la que estábamos. Destacaba, no solo por su color de piel, sino