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Biografías, conversaciones con personajes de nuestros días: Rafael Arráiz Lucca

Palabras para la presentación del libro y del Fondo Digital Editorial Fundación Tempus 20/20

Bucaramanga, VIII-VI-MMXXI


Buenas tardes apreciados amigos,

Hace pocos días publiqué una foto en mis redes sociales con el libro en mis manos y escribí: «simplemente orgulloso». Así es como me siento y para que me comprendan un poco más, me voy a permitir leer unos párrafos del libro:

«Una vez revisando Twitter, si mal no recuerdo a finales de 2019, me enteré de que el profesor Rafael Arráiz Lucca, a quien conocía como un respetado académico e historiador, pero de quien tenía poca o casi ninguna información, tenía un programa en Unión Radio, llamado: «Venezolanos». Cuando lo busqué descubrí una forma bien interesante de volver a encontrarme con la historia de mi país. De inmediato me hice fanático del programa y lo guardé en la plataforma que uso para escuchar mis podcasts preferidos.

Comencé a pasar horas y horas, muchísimas, escuchando cada uno de los programas, me atrevo a asegurar que quizás más del 70-80% y todavía sigo (por cierto, hoy escuché el episodio de ese gran humanista venezolano, merideño, que estoy seguro pasó alguna vez por esta ciudad, Bucaramanga, Mariano Picón Salas). Lo cierto es que esto me motivó a seguirlo con mayor atención por Twitter, un medio que utiliza para compartir sus conocimientos, ideas y pensamientos, muchos de los cuales he compartido y hasta comentado.

El pasado 18 de octubre de 2020, con ocasión de compartir en la red una de sus tantas publicaciones, «el “trienio Adeco” (1945-1948) y las conquistas de la ciudadanía», lo compartí y comenté: «la labor cultural y educativa de @rafaelarraiz es para aplaudir, pero también para compartir. #Venezolanos son sus libros y entrevistas narradas por él mismo. Me gustaría entrevistarlo alguna vez, yo un simple ciudadano que se reencontró con la historia de Venezuela gracias a él».

No pasaron dos horas cuando recibo un mensaje privado en el que me dijo: «A sus órdenes, Josué» y comenzó allí una experiencia que ha sido por demás enriquecedora. Poder conversar con una de las figuras académicas más importantes de nuestros días en Venezuela es y será para mí un orgullo. Mi intención con este trabajo no es más que compartir la curiosidad de saber, más allá de lo que de una figura pública como la de él podemos saber, es conocer a la persona, a ese ser humano que se describe muy bien en su libro «La otra búsqueda. Autobiografía espiritual».

Nos pusimos de acuerdo. Al comenzar le dije: «Profesor, me siento incómodo llamándolo así, somos casi contemporáneos, ¿lo puedo llamar, Rafael?», «por supuesto» me respondió, y arrancamos. Fueron unas conversaciones excelentes, muy agradables. Conversar con Rafael Arráiz es para pasar horas y horas y nunca parar. De un lenguaje ameno y agradable, me permitió sentirme con la comodidad y la confianza de preguntarle detalles, sobre curiosidades que tenía y hoy nos permitimos presentarla ante ustedes.

Algo que rescato acá, que considero oportuno fue su comentario en nuestra conversación acerca de lo importante que son para la memoria de un país, para cualquier sociedad, las biografías, de su clase política, de sus líderes de cualquier sector. Cito: «Porque en Venezuela nuestra tradición autobiográfica es pobrísima, pobrísima, casi nada, muy poco. Hasta los políticos, pocos han escrito sus memorias. El general Páez es prácticamente el único, con su autobiografía». Y es curioso porque si uno piensa en el ego de nuestros dirigentes, me refiero a la de los políticos venezolanos, que no lo critico, resulta curioso que no tengamos sus memorias. Les confieso que yo si he pensado en las mías. ¿Ego?, hoy no lo creo, siempre he querido compartir mi experiencia con los más jóvenes. Quizás una expresión son los relatos de mi blog, hasta he soñado, lo confieso acá, —no lo repitan por favor—, siendo entrevistado, ya viejito, hablando de mis memorias.

Este libro es un orgullo. Si, lo mencioné, pero no lo es por el simple hecho de ser el primero. Ese gusanito de escribir lo tengo desde hace años y dos muy queridos amigos lo han empujado. Javier Pérez Gutiérrez, quien allá siendo unos muchachos militantes de la juventud política del partido Copei, en una de las tantas reuniones que teníamos, le enseñé unas líneas escritas en una servilleta, me dijo: «Josué, sigue, me encanta que escribas, lo haces bien…»; claro que sus palabras eran un gesto de amistad, aprecio, igual me motivó. El otro, Juan Manuel Morales, médico anestesiólogo venezolano que hoy vive en Madrid y que, además, es escritor ya con dos novelas publicadas y otras por venir, con él he conversado sobre el papel del escritor, del trabajo intenso que implica; me ha servido de motivación.

Pero como dije, el orgullo no es solo por publicar, también lo es porque se dio la oportunidad de logar un cometido que, así lo siento, es sumamente hermoso y es el hecho de la sincronía que ocurrió para que mi primera publicación permitiera que la fundación Tempus 20/20 creara su Fondo Editorial Digital. El trabajo de ellos, el de sus directivos, el de mi apreciada y joven amiga, Diana Masini, y de mi muy querida Adriana Parra, el de sus voluntarios y el de todo su equipo por nuestra gente es tan importante como hermoso, como necesario. Haber pensado en crear este Fondo Editorial, permitir contar la historia de los venezolanos de nuestros días es contar esa historia que estamos viviendo, es contar esa historia donde hay trabajo, esfuerzo, logros importantes, pero es también contar esa historia de mucho dolor, de mucha rabia, de mucha frustración. Es contar la historia de Stephany Silva, talentosa joven violinista formada en El Sistema de Orquestas de Venezuela, como la de muchos otros que he conocido acá; hoy, lejos de su tierra y de su gente, buscando un futuro distinto al presente que vivían.

La labor de Tempus 20/20 y la de cientos de organizaciones que hoy hacen vida en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Canadá y en el resto del mundo por nuestros caminantes, por nuestros refugiados, por nuestros migrantes, es para aplaudir, pero también para apoyar, para acompañarlos, desde donde estemos. Por eso, es para mí un gran orgullo haber sido tomado en cuenta para la creación de este Fondo Editorial Digital. Estoy seguro de que crecerá para narrar esa historia, para educarnos en esta historia.

Ya me he extendido algo, me prometí no hacerlo. Bueno, amigos que me conocen siempre me advierten: «Josué, no te encadenes», pero…

Quiero cerrar con unos comentarios. El primero, que esta biografía sobre Rafael Arráiz es breve, por ejemplo, dejé en el tintero, y confieso que está en mis notas, haberle preguntado por una de sus pasiones, el cine, las series. Hubo muchas coincidencias, amigos mutuos, fanáticos ambos de los «gloriosos» Tiburones de La Guaira; incluso, conocer lo importante que de joven en su formación fue para él, Rafael Tomás Caldera, lo mismo me ocurrió a mi. En definitiva, una hermosa experiencia haber conversado con Rafael Arráiz Lucca. ¡Gracias profesor!

Ahora si cierro, de verdad, con unos agradecimientos.

A mis amigas Milena, Alba y a todo el equipo de El Bazar de Madam Sagá por permitirnos estar hoy en sus espacios y por haberme permitido terminar acá mi libro. ¡Gracias!

A Gilberto Rivas, amigo desde la adolescencia, compañero de estudios de mi hermano, se encargó con mucho cariño y profesionalismo, del diseño y de la diagramación. ¡Gracias, Gilberto!

A Angelis Ortíz, Angie, joven profesional que se acaba de graduar en la Universidad de Carabobo y a quien conocí en Twitter, sí, en Twitter, cuando publicó un mensaje ofreciendo sus servicios profesionales como correctora de estilo y desde allí me acompaña en esta aventura de escribir. A ella, agradecimiento por la corrección del texto, con mucha paciencia y excelente español. ¡Gracias, Angie!

A mi familia, a mis primos y tíos, a todos ellos; a mis queridos y pacientes hermanos por siempre estar allí, los quiero a montones. Y a mis padres por permitirme la vida, por darme esta vida y lo que hoy soy. Mamá en Caracas viéndonos en línea, ¡Te quiero mucho, viejita! Yo sé que papá, como me comentó una vez tía Mery, está allá en ese otro plano muy orgulloso y con la nariz hinchada y roja de la alegría de ver a su hijo Ignacio, publicando este libro, ¡Te extraño mucho, papá!

A todos los que nos ven en línea, a tantos amigos en Venezuela y Canadá y en cualquier rincón del mundo ¡Gracias inmensas por estar!

Adriana, gracias por acompañarme todo este tiempo, por tu apoyo, por tu empuje, ¡Por darme tanto amor!

A María Victoria y a Josué Ignacio, mis queridos y amados hijos. Este primer libro va dedicado especialmente a ustedes por tanta paciencia, por tanto amor, por haberme permitido ser su padre, por quererme como lo hacen. Estoy muy orgulloso de quienes son. ¡Los Amo inmensamente!

¡Gracias a todos!

 


 

 


 

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