#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado
No tengo certeza de cuándo conocí a mi querida amiga Rebecca Sarfatti, de lo que si estoy seguro es que ocurrió en uno de esos momentos de aventuras políticas por nuestra querida Venezuela en las que me he involucrado desde que inicié mi activismo en tierras canadienses. Seguramente fue en 2012, a través de VenMundo, Venezolanos por el Mundo, cuando la emoción de la posibilidad de un cambio político en nuestro país nos acercó.
Pero no quiero en este relato hablar de política —lo que tanto apasiona a Rebe—, no. Quiero hablar de la mujer en la que se ha convertido, siendo vecina del mismo país que nos adoptó a ambos con poco más de 4.000 kilómetros de distancia por medio, ella en Toronto y yo en Calgary. Una amiga que es casi una hermana de vida. Que ha compartido tantas y tantas horas de conversas y que me ha llegado a conocer lo suficiente como para que, a pesar de mis ‹‹pataletas››, como las llama la amiga Adriana, sea tan paciente que siempre está allí.
Las relaciones que desarrollamos con los amigos dan para mucho. Para los encuentros y desencuentros. Para las confesiones y los secretos. Para escuchar y dar consejos. Para compartir aquellas cosas que nos hacen cómplices. Todo eso ha ocurrido en mi amistad con Rebecca. Lo gracioso de todo esto es que pasaron más de tres años, meses, semanas, y tantos días, para que nos conociéramos personalmente y justo porque le pedí que me apoyara en uno de mis eventos, el primero en Toronto, que realizaríamos con el apreciado amigo George Harris, en marzo de 2015.
Tomé mi avión en Calgary con rumbo a Toronto, ciudad que ha sido su hogar por casi dos décadas. Llego y ella me espera en su carro. Estaba sola, dando vueltas mientras lograba salir y nos encontramos. Un abrazo fuerte y arrancamos. Conversamos, siendo la primera vez en persona, como si nos conociéramos de toda la vida. Me dice: ‹‹vamos a buscar a Alize y a Natan y luego nos vamos a mi casa, allá nos espera Eddy›› Alize y Natan sus dos pequeños, Eddy su esposo, también amigo y hombre paciente que, conociendo a Rebecca, acepta y comparte sus innumerables horas dedicadas a sus amigos —y, es justo mencionarlo—, a causas nobles y justas, incluidas las políticas.
Comenzamos a trabajar, no solo en el evento que teníamos en Toronto dos semanas después, sino en una conferencia que estábamos organizando en la Universidad de Ottawa y también en unos días que pasaría por Montreal. Agenda apretada, pero había que aprovechar la visita al este de Canadá.
Los días en Toronto fueron sumamente agradables. Compartí con Rebecca horas y horas de conversas, de conocernos más, de recordar nuestros años de estudiantes en la UCV, de saber que, a pesar de pertenecer a diferentes generaciones porque soy mayor que ella unos cuantos años, ella estudio con grandes amigos míos. Es decir, de esas coincidencias que te ocurren porque sí. En la conversación también estuvo las referencias a Curazao, la isla que vio nacer a esta venezolana. Nombres de reconocidos comerciantes como Jannina y George Samander, nombres de tiendas y más. Por supuesto que también de las anécdotas e historias de Maritza y Roberto, sus padres, que tal como ella lo hace hoy en día, ellos hacían lo propio por allá desde finales de los 60 y muchos años más en la isla. Y por supuesto, me contó más anécdotas de su abuela, doña Esther Bendayán de Benmamán, amiga de Rómulo Betancourt, Leoni, Gonzalo Barrios y muchos más, aquella doña que llegaba al CEN de Acción Democrática con tanta autoridad como respeto por parte de sus compañeros de partido. Quizás de allí la gran escuela, la verdadera escuela de Rebecca en la política.
Ese viaje de marzo de 2015 nos acercó aún más. Por supuesto que nos hemos vuelto a ver, cada viaje a Toronto la incluye a ella en mi agenda. Es más, me atrevo a decir que mis viajes a Toronto son para compartir con Rebecca y aprovecho de organizar mis otras actividades. Así ha sido, o al menos las actividades son excusas perfectas para compartir con mi querida amiga.
Hoy Rebecca Sarfatti está de cumpleaños. Uno más. Desde 2012 y desde 2015 hasta acá han pasado muchas cosas, de todo, incluida la pandemia que no me permitió hacer mi visita anual a Toronto este 2020, pero igual ella sigue estando allí, como gran amiga. Pendiente, creando, jurungando la noticia, curiosa, acuciosa, pendiente de sus hijos y su marido, pero también de sus amigos como yo. Siempre con palabras de aliento y apoyo, siempre discutiendo con el mejor tono posible, nunca molesta. Ella es así. Creo que una sola vez la vi muy molesta, no conmigo, por un algo que ella consideró injusto y explotó. Luego de conversar reconoció que, a pesar de tener razón, no era la manera porque ella no es así.
Y así, ella y yo seguimos siendo amigos, con 4.000 kilómetros o los que sean de por medio porque la amistad no reconoce distancia, la amistad está en nuestros corazones y en la razón, en la nobleza de reconocer a aquellos a quienes les abrimos nuestras almas para que vivan en nosotros por siempre.
¡Feliz Cumpleaños mi querida amiga!
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