Ir al contenido principal

OEA y Democracia en Venezuela, recordando a Arístides Calvani

Leer la prensa, las redes sociales, ver las imágenes de los vídeos o las fotografías de lo que acontece en Venezuela desde el pasado 12 de febrero, lo que generan es una rabia tan enorme como la impotencia que se siente.

Muchachos que pueden muy bien estar pendiente de una rumba, de terminar su semestre o de practicar cualquier deporte, están arriesgando día a día sus vidas por recuperar la libertad que nos está arrebatando un gobierno que por más apoyo internacional que genere su gestión de proxeneta, ha mostrado su real faceta, la de una tiranía que no respeta para nada los derechos humanos, mucho menos la libertad.

Durante los 60, 70 y 80 América Latina vivió, particularmente Centroamérica, momentos en los que al solo levantar la vista desde Venezuela se veían muy pocas democracias o democracias muy frágiles en la región. Nuestros gobernantes venezolanos, con todas las fallas que tuvieron a lo interno y de quienes tanto nos quejamos, tuvieron la decencia de abocarse a trabajar para que en esos países volviera el respeto por la dignidad de la persona humana, de la práctica de la democracia, de la libertad. Uno de esos dirigentes a quien se le atribuye un esfuerzo incansable, al igual que una humildad y pasión por la libertad plena del hombre, fue Arísitides Calvani.

¿Y por qué lo recuerdo? Porque cuando de joven y comenzando mis tiempos de diplomático conocí y conversé en diversas ocasiones a quien ya en 1992 era embajador, me refiero a Roy Chaderton. Aún están fresca en mi memoria las palabras de Chaderton: “entré al Servicio Exterior, a la cancillería, de la mano de ese gran humanista, de ese gran defensor de la democracia en la América Latina como lo fue Arístides Calvani, mi maestro. Lo conocí siendo dirigente estudiantil de la UCV, época en la que nos enfrentábamos a los intolerantes de la izquierda que nos agredían por pensar distintos, a los que éramos socialcristianos”.

En un nota que publicó en su Facebook, el expresidente guatemalteco Vinicio Cerezo comenta que Arístides Calvani le decía: “La democracia hay que establecerla donde no la hay, hay que consolidarla donde ya se ha establecido, y hay que perfeccionarla cuando ya se ha consolidado”. También le enseñó que “Uno no podía mostrar ni debilidad ni prepotencia, sino hacer lo correcto”.

La chequera petrolera venezolana ha hecho de las suyas estos últimos años. Ha llenado nuestra historia americanista de un momento que recordaremos como pesado y negro, cuando 29 países en la OEA, incluyendo a todos los centroamericanos, les dieron la espalda a nuestros estudiantes, a nuestra libertad, a nuestro futuro con dignidad.

Los que tuvimos cercano al pensamiento y acción de Arístides Calvani, bien a través de personas que lo conocieron muy bien, o de sus hijos Maribel o Pedro Pablo, con quienes tuvimos breve contacto, estamos seguros que si él estuviera vivo le daría una nueva lección a su alumno Roy, recordándole lo que tolerancia y democracia significa, reiterándole lo que libertad y respeto por la dignidad del ser humano debe ser entendido o simplemente demostrándole con suma paciencia y amor lo que la búsqueda y respeto por la verdad y la justicia significa.


Que mal alumno resultaste ser Roy, cuanta falta hacen los Aristides Calvani en nuestra diplomacia.

Calgary, 13 de marzo de 2014

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Las mandarinas de Araira

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado El estado Miranda en Venezuela es muy particular en cuanto a su diversidad geográfica. Está distribuida en cinco regiones, cada una con características particulares. En su Zona Metropolitana cuenta con cuatro municipios, Sucre, El Hatillo, Baruta y Chacao, allí se concentra casi el 40% de la población de Caracas. Luego están Barlovento, región costera del estado; los Valles del Tuy, zona caliente y algo árida; los Altos Mirandinos, zona fría y de clima muy agradable; y, finalmente, el eje Guarenas-Guatire, que, para mí, es como una transición entre la metrópoli, la urbe, la gran ciudad que es Caracas, y el inmenso bosque húmedo tropical que es Barlovento. La bisagra entre la modernidad y lo rural. En este eje encontramos dos pequeñas ciudades, Guarenas y Guatire. Cada una tiene sus características, Guatire, quizás por ser más «joven», contiene urbanizaciones más nuevas, digamos con arquitectura moderna, pero a su vez, un casco histórico rico en tra

Don Jediondo, Calgary y Cristianismo

Cuando me enteré de la existencia de Don Jediondo me llamó la atención su famoso video del examen de la próstata. Confieso que reí sobremanera y tomé la decisión, en ese momento, de invitarlo a Calgary a una presentación. Muchos amigos, colombianos todos, me dijeron: ese hombre es muy vulgar. Pensé y les dije, y aún lo sostengo, que los humoristas no son más que el reflejo, el espejo, de nuestra cultura cotidiana, de lo que sociológicamente somos. Es una realidad, véase en lo vulgar o cuando se burlan del poder o simplemente de nuestra adversidad diaria. Son, en consecuencia, personas muy inteligentes, capaces de desarrollar una agilidad mental que algunos envidiamos. Me monté en el proyecto de traer a Don Jediondo a Calgary como parte del gran proyecto Calgary con Humor. Pero tuve que decidir cancelar su show. Fue un fracaso económico. Sólo vendí 71 entradas para un teatro de 400 personas. Conté con el apoyo de César Castillo y su red de Amigos Colombia Calgary; e

Washington, la consultoría política y Miguel Bosé

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado Como les conté en el primer relato publicado en esta nueva serie de espacio personal de expresión, en 1992 comenzó una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida, personal y profesional. En marzo de ese año viajé a Washington D.C. y en junio comencé a trabajar como diplomático, Representante Alterno de Venezuela ante la OEA. Lo hice hasta noviembre de 1994. Inolvidable. Pero no he contado la historia de lo que pasó antes de convertirme en diplomático y la verdadera razón por la cual llegué a esa gran ciudad: fue mi querido amigo Carlos Escalante. Conocido con mucho aprecio como Beto. Él es el responsable del gran cambio que significó para mi vida el haberme ido a D.C. en 1992, con apenas 24 años. Él se preparó con años de antelación para seguir su sueño profesional, convertirse en Consultor Político, asesor de campañas electorales. Eso implicaba mudarse a la capital de los Estados Unidos para trabajar con uno de los consultores más conoci