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El Bazar de Madam Sagá y nuestra historia


 #UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado

 

En mi reciente viaje por Colombia partí de Bucaramanga a Medellín a comienzos de enero para ir a compartir con mis hermanos, sobrinos y otros familiares. Fue un viaje para el reencuentro, para compartir y revivir nuestra historia familiar, para disfrutar nuevas experiencias.

 

El viaje fue sumamente agradable, lo disfrute muchísimo, además que me sirvió para poner en orden muchos aspectos personales, valga decir sentimentales, que estaban un poco desajustados y fueron precisamente estos últimos los que me llevaron a tomar la decisión de regresar a Bucaramanga, ya era hora. Aunque la reflexión no era completa, sí lo era el hecho de ir a ver cómo me enfrentaba a ellos. Decidí regresar y así lo hice, con la salvedad de que tenía que buscar dónde vivir, ya no podía regresar a la casa de la cual partí semanas antes.

 

Pero como todo en la vida pasa por alguna razón que no podemos explicar —así lo pienso—, sea el universo, el destino u otro elemento o factor, haber llegado a esa residencia me llevó a conocer uno de los espacios más agradables que he conocido. Aquí voy a relatar mi historia y lo que pasó en El Bazar de Madam Sagá.

 

Resulta que el bazar se encuentra justo enfrente de la residencia, solo cruzaba la Carrera 35. Un día cualquiera veo que venden café, me asomo y veo unas mesas y sillas dispuestas para los clientes. Me acerco y pregunto desde la ventana si podía pasar a tomar mi café allí mismo sentado. La joven, la que luego sería mi amiga, Alba, me dice: «Claro, pase adelante…» y así lo hice. Me senté en una pequeña mesa de madera con una butaca de madera. Lo primero que uno notaba al entrar, más allá de los productos en exhibición, era la profusión de la imagen de Frida Kahlo, sí, Frida Kahlo en Bucaramanga. Por supuesto que me llamó la atención y pensé que los dueños podrían ser mexicanos.

 

Pido mi café, un mocaccino muy rico, luego me enteré que es de la Mesa de los Santos, y me dispongo a trabajar en mi computadora. Empiezo a leer, revisar documentos y a escribir, a hacer mis tareas planificadas para el día. Al rato se acerca una joven muy hermosa y me dice: «Disculpe, quiere que le cambie la silla, la que tiene es algo incómoda y le puedo dar esta, es mucho más cómoda». Le respondí que no, que estaba bien, que no se molestara. Insistió, la cambiamos, pero unos minutos después decidí irme, la verdad no recuerdo por qué.

 

Como quiera que el lugar es muy acogedor, decidí regresar al día siguiente, lo mismo, me senté en la misma mesa, usé la misma butaca, pero esta vez la joven solo saluda, me entero que se llama Milena y que es la dueña del bazar. Conversamos y lo primero que le pregunto es: «¿Frida Kahlo, por qué? No tienes acento mexicano». Me responde que no, que es Santanderana; bromeo y le digo: «Entonces hay que tenerte miedo porque las mujeres de acá son fuertes», se ríe y responde que no. Me dice que es muy admiradora de Frida, su arte y su vida le apasionan. Aprovecho y le pregunto por el nombre del bazar y me dice que es el nombre de un ave del África subsahariana que le gusta mucho. La conversa termina rápido, me dedico a seguir trabajando y así continúo, prácticamente, hasta el día que regresé a Calgary.

 

Les cuento que durante todo ese tiempo pasaron cosas bien interesantes. La primera de ellas es que ese bazar se convirtió en mi «oficina», al igual que Heaven Restaurant en Calgary, de mis grandes amigos Patricia y Marco, de hecho le hice el comentario a Milena. Allí terminé de ordenar todo el trabajo que culminó con mi primera publicación, la biografía de Rafael Arráiz Lucca, y allí hicimos la presentación. Como quiera que estaba trabajando con propuestas e ideas con la Fundación Tempus 20/20, se nos ocurrió organizar un concierto con músicos venezolanos talentosos que se presentan o han presentado en las calles de la ciudad para proveerse un sustento y muchos de los cuales fueron formados en El Sistema. La idea era presentarlos al mundo y de paso conseguir fondos para ellos. Lo converso con Milena y decidimos hacerlo en su bazar. En la práctica la puse a correr porque sus planes de renovación para el local que ella tenía para este año tuvo que adelantarlos y así comienza la carrera para estar a tiempo para el evento. Obreros, contratistas, material de construcción, todo lo que eso implica, ocurrió. Al final tuvimos que suspender el concierto, pero el local ya estaba a tono. Comenzó la nueva etapa del bazar, un ambiente para disfrutar las pastas artesanales de Casa Asturias, un bar para disfrutar de cocteles y el excelente café de la Mesa de los Santos. En fin, nació así el Café de Frida Kahlo.

 

Una vez que arrancaron le digo a Milena que me gustaría invitar a un joven amigo que toca muy bien el cello, Daniel Anzola, lo hacemos, se presenta con su esposa, la vocalista lírica Alyser Gutiérrez, y así arrancan los viernes de música. La noche antes de partir para Bogotá y de allí a casa en Calgary, decidimos disfrutar de la noche de viernes musical como momento para despedirme de los amigos que conocí en Bucaramanga. En un momento, al final de la noche se me acerca Milena y me dice:

 

«Señor Josué, tengo que contarle algo antes de que se vaya. Usted sabe que el día que usted entró a tomarse el primer café acá, era nuestro primer día con el servicio y usted fue el primer cliente del café. Pero no solo eso, fíjese que yo lo vi sentado en la butaca y me pareció incómodo, por eso le ofrecí la silla ejecutiva para que no se cansara de la butaca y usted me decía que no y yo insistía. Bueno, mi mamá y las muchachas me decían, sin que usted se diera cuenta, que no insistiera, que usted estaba de los más tranquilo. Cuando usted al final acepta la silla que le estaba ofreciendo, se sienta y pocos minutos después se va. Bueno, le cuento que ellas me dijeron que lo había corrido por mi gesto “incómodo”, me regañaron. Pero pasó algo muy gracioso. Al día siguiente usted regresó y todas nos miramos sorprendidas y a la vez contentas. Ese día apenas lo salude y lo “dejé tranquilo”, para nada lo molesté y desde ese día usted se convirtió en nuestro mejor cliente».

 

Cuando Milena me cuenta la anécdota, me reí mucho porque no tenía la más mínima idea de que eso había ocurrido y la verdad que le agradezco que lo haya hecho porque El Bazar de Madam Sagá se convirtió, durante estos últimos meses, en un espacio que no solo me permitió producir mucho, sino que también me permitió conocer personas maravillosas como ella y todo su equipo, Alba, Jenny, Luz Estela, Juan Pablo y otros; que me permitió invitar a nuestros músicos venezolanos, a los nuevos amigos y más. En definitiva, que nos permitió, a ella, al bazar, a nuestros talentos, a nuestros amigos, la oportunidad de lograr ese encuentro entre Colombia y Venezuela, entre colombianos y venezolanos, entre el pasado y el futuro, en este presente tan complejo que vivimos, porque de esa historia que hemos compartido siempre existe la oportunidad de estar cada día más cercanos, de ser cada día más hermanos, de estar más unidos. Estoy seguro que eso es lo que estamos logrando desde el momento en que me tomé mi primer café en El Bazar de Madam Sagá.

 


 



 





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