#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabiaContado
A comienzos de 1988, calentando los motores para lo que sería un año electoral, me entero por una apreciada amiga, Cenilda Parra, maracucha que vivía en La Pastora, tradicional parroquia caraqueña, que estaban reclutando personal para trabajar en el servicio de información electoral del Consejo Supremo Electoral de Venezuela, hoy conocido como Consejo Nacional Electoral.
Me acerco a la institución, converso con María Eugenia de Álvarez Paz, directora general de información electoral, y me comenta que estoy sobrecalificado para el cargo, pero si quería trabajar allí, me aceptarían, me darían la oportunidad de apoyar en algunos proyectos que estaban desarrollando en su dirección. Y así lo hicimos, me dieron el cargo de operador de información electoral y fue, digámoslo así, mi primer trabajo formal. Antes había trabajado, pero solo en los negocios de mamá.
Fue una experiencia interesante, fue la primera vez que me tocaba cumplir con un horario de trabajo y contar con los beneficios de ley. Tenía compañeros que también eran estudiantes universitarios. Recuerdo una de la Universidad Santa María, un par del Pedagógico de Caracas, una de geografía de la UCV, otros de varios institutos universitarios y tecnológicos. Recuerdo a una joven, muy inteligente y, como dirían hoy, “progre”, con la que conversaba mucho; teníamos unas pláticas que enriquecían. Eran un grupo bien amigable, compartíamos mucho.
Casi todos habíamos logrado entrar por tener relación con alguna persona vinculada a uno de los tres partidos más importantes de la época en Venezuela: AD, Copei y el MAS; sin embargo, ninguno era militante activo o dirigente de estos, yo era el único que hacía vida política, era dirigente universitario, miembro de la Democracia Cristiana Universitaria, la DCU, y de la juventud nacional del partido Copei, la JRC.
El año pasó rápido. Entre mis estudios e ir al trabajo todas las tardes, ocupaba mucho de mi tiempo; los fines de semana eran para el activismo político. Las elecciones se celebrarían el 6 de diciembre de ese año y en los meses de octubre y noviembre comenzó a aumentar la presión, nos ofrecieron trabajar horas extras para apoyar todo el proceso de preparación de los “cotillones electorales”, los cuadernos de votación, material informativo para los funcionarios de mesas y los electores, entre otros. Un trabajo arduo que requería mucho apoyo, atención al detalle y organización.
Y llegó diciembre y con él, el día de las elecciones. Primera experiencia en pleno centro de los hechos y ocurrieron dos eventos que hoy quiero relatar.
El primero: lo que hoy día conocemos como “Fake News”, en ese momento lo llamábamos “correr bolas”. Las encuestas decían que podría ganar Carlos Andrés Pérez, sin embargo, los copeyanos con Eduardo Fernández como candidato presidecial, estábamos seguros que podríamos ganar. Alrededor de las 2 p.m. se me acerca una compañera de trabajo y me dice en voz baja: “¡Vamos a arrasar!”. Yo sorprendido le pregunto cómo lo sabe, pues la gente aún estaba votando. Me responde: “Es casi seguro que ganemos los dos senadores de Lara, y las exit polls lo dicen”. Tuve dudas, pero como era una persona con un cargo importante, pensé que podía ser cierto. Al final del día supimos que era mentira, que fue una “bola” que “rodaron”. Luego pensé que fue una forma de mantener animados a los amigos, simpatizantes y militantes del partido.
La segunda experiencia ocurrió con el candidato presidencial de AD, Carlos Andrés Pérez. Él realizó una visita de cortesía a la sede del organismo y lo llevaron a conocer el centro de información electoral. Estaba atendiendo a una persona por taquilla porque no la conseguían en el cuaderno de votación de un centro electoral cercano al Parque Central, cuando de pronto siento un revuelo en la sala. Al voltear lo veo en la entrada con su peculiar forma de ser y su experiencia de contacto con la gente. Entró a la sala y comenzó a saludar a todos y cada uno de los que estábamos presentes. Yo, en una actitud bien descortés, decidí dar la espalda y continuar atendiendo electores por la taquilla cuando la directora adjunta, Lastenia Robles, me dice: “Josué, el expresidente Pérez”. Yo hice que no escuchaba y él, Carlos Andrés Pérez, se me acercó con mucha amabilidad, me llamó por mi nombre y me extendió su mano.
Confieso que en ese momento sentí mucha vergüenza. Apenado extendí la mía y lo saludé viéndolo a los ojos. Nos dimos el apretón de manos, sonrió y siguió. Después de todo, Carlos Andrés Pérez, con sus 66 años de vida y más de 50 dedicados a la política, a punto de convertirse nuevamente en presidente de Venezuela, tuvo la suficiente paciencia y entereza para saludar con mucha cortesía a un funcionario electoral que se mostró, de primera, grosero, pero a quien le dio una lección de cortesía, educación y buenos modales.
¡Gracias Presidente Pérez!
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