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Canadá I: 1984, el primer encuentro y me quede sin Escarabajo

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabiaContado

 

Cuando terminé mi bachillerato en 1983 nos mudamos de Caricuao a El Paraíso, a Los Verdes, nuestra nueva casa, quedaba muy cerca del English Center. Por fin llegaba la oportunidad de estudiar inglés, de aprenderlo como era debido. Poco antes de comenzar el curso supe que había sido aceptado para estudiar Estudios Internacionales en la UCV, una aspiración desde segundo año de bachillerato; iniciaría en el segundo período de 1984.

 

Comencé el curso de inglés en septiembre de 1983 y rápidamente hubo buena amistad en el grupo que iniciaba ese viaje. Recuerdo a Omar Ahmed (más venezolano que la arepa), Marbella (con quien luego coincidí en la Escuela de Estudios Internacionales) y muchos otros. Dentro de ellos estaba Fabiola.

 

Desde los primeros días Fabiola nos contó que su hermano estudió con beca Mariscal de Ayacucho en Canadá y vivía en Ottawa, que su plan era aprender inglés para así poder disfrutar de su viaje, planeado para el verano de 1984, y muy generosa, nos invitó a que la acompañáramos. Casi que todos dijimos que sí de inmediato. ¡Canadá! Que nota… ni siquiera pedían visa en esa época.

 

Continuaron las clases y un par de meses después Fabiola decide retirarse, no podía continuar con las clases y se despidió, no sin antes recordarnos que la invitación seguía en pie. Y así fue. Una noche de clases a finales de enero de 1984, en el intermedio, se aparece Fabiola, saluda y pegunta: “bueno y quién se viene conmigo para Ottawa, salgo el 31 de julio y voy a estar varias semanas”. Nadie respondió. Solo yo me atreví a decir ¡Sí!. Continuaron nuestras clases.

 

Desde que terminé mi bachillerato trabajaba con Mamá en sus tiendas de ropa casual y deportiva. Aparte de ayudarla en su negocio, mi intención era ahorrar el suficiente dinero para poder comprarme un pequeño carro para ir a clases en la universidad, ese era el plan. Una tarde converso con Papá y le comento del viaje a Ottawa, me dice: “hijo, debes hacerlo, créeme que será una excelente oportunidad para ti, ve”. Le expliqué que el dinero que estaba ahorrando sería para comprarme un carrito, que me haría falta. Él, inteligentemente, me dice: “hijo, no pierdas la oportunidad, ve; cuando estés por comenzar las clases, yo te regalo el Volkswagen”. Papá, como muchos en esa rama de mi familia, tenían un escarabajo, era un símbolo familiar.

 

Acepté su oferta, llamé a Fabiola y el 31 de julio de 1984 nos embarcamos en Viasa, ella y yo, para New York. Luego de pocas horas, en un vuelo de Air Canadá, en un Foker, a Ottawa. Allí nos esperó José —Cheo, como cariñosamente le decían—, su hermano. Del pequeño aeropuerto de Ottawa a casa de Cheo y Linda, su esposa canadiense. De La Tuque, Quebec. 1-150 Augusta St, esa era la dirección, muy cercana al centro. Ese día comenzaron unas de las mejores semanas de mi vida.

 

Muchos recuerdos hermosos. Aún guardo fotos de ese viaje. Una de las oportunidades que me brindó fue poder salir en bicicleta a recorrer por horas el Rideau Canal, donde por primera vez vi una estatua de Terry Fox y conocí su historia, la de aquel joven que quiso recorrer Canadá, de extremo a extremo, para recoger fondos para la lucha contra el cáncer.

 

Una de esas tardes, el martes 21 de agosto, recorriendo el Rideau Canal, llegué a pasar por el estadio Lansdowne Park, y de pronto… Rod Stewart, en vivo. Estaba haciendo prueba de sonido para su concierto de esa noche, parte de su Camouflage Tour. Escuché, entusiasmado, “Infatuation”, su gran éxito de ese año. Lamentablemente no pude asistir al concierto.

 

Como esa experiencia, otras. Visita al Parlamento, ver una protesta pacífica en contra de la proliferación de armas nucleares. Era la época.

 

Tuvimos la oportunidad recorrer algunas ciudades cercanas. Cornwall en Ontario. Montreal, La Ville Quebec y La Tuque en Quebec. En Montreal fuimos a bailar a una discoteca y nos conseguimos a un jugador de los Padres de San Diego, mi admirado Luis Salazar. Casualmente ese año, 1984, jugaría la Serie Mundial con los Padres frente a los Tigres de Detroit, y el siguiente sería parte del equipo que ganaría su último de campeonato en la liga de béisbol profesional de Venezuela, mi equipo, los Tiburones de La Guaira.

 

Canadá, ¡Gran y hermosa experiencia a mis 17 años!

 

Llegó el regreso a Caracas. Una tarde cualquiera me encuentro con Papá en su oficina del comando de la Policía Metropolitana de Caracas en Caricuao. Conversamos de muchas cosas y tocó el tema del Escarabajo, le recuerdo su oferta: “viaja a Canadá que yo te regalo el Escarabajo”. Calla un rato, baja la vista, luego la sube y viéndome a los ojos, muy serio me dice: “hijo, hoy no lo vas a entender, pero ese viaja va a significar mucho para ti, te vas a acordar de mi. No te puedo dar mi carro, no tengo como comprarme otro; en cambio tú puedes asistir a clases sin problemas, lamento haberte engañado, pero fue por tu futuro”. En ese momento me sentí frustrado, me quedé sin carro, había gastado casi todos mis ahorros en el viaje.

 

Hoy, quince años después de vivir en este gran y hermoso país, recuerdo 1984 y las palabras de Papá. Ese viaje fue por mi futuro… pero me quedé sin el Escarabajo.









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