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Antonio Josué, 70 Años


Este jueves se cumplirían 70 años del nacimiento de Papá, Antonio Josué. Hombre que todos admiramos por su rectitud, integridad y su amor por los demás. Como dicen mis hermanos, apenas se enteraba que alguien estaba enfermo, salía corriendo a visitarlo, a confortarlo. Y si se trataba de funerales, era uno de los primeros en llegar a acompañar a la familia. Ese era Papá. Él se marchó el 29 de julio de 2009. Que tragedia para todos nosotros, sus hijos, para Mamá, sus hermanos, para su esposa, sus sobrinos, toda su familia, todos sus amigos. Sólo a una persona no sorprendió, a Tía Yolanda.

“Su Papá sabía que se iba a ir. Él hizo muchas cosas que nunca hizo. Él se despidió. Su Papá vino y se estuvo 15 días conmigo y allí, en la puerta, me dijo ‘hermana, yo ya tengo la maleta lista, yo no tengo cuentas con nadie, el día que Dios quiera llamar por mí, puede llamar, yo estoy tranquilo. Mis hijos ya están criados, son buenos muchachos, son honrados…’”. Así me lo contó Tía Yolanda el 22 de abril de este año. La verdad que conociendo a Papá, con lo poco que lo conocí en vida, no me sorprendió.

Cuando partió decidí escribir un libro con su historia, con sus vivencias, las anécdotas que todos recordamos de él. Lo mejor, pensé, es conversar con aquellos que compartieron mucho con él, Mamá, su primera esposa. Sus hermanos, mis queridos y amados tíos y tías. Mis hermanos, que tuvieron la oportunidad de disfrutarlo con mucha intensidad; sus amigos y muchos otros que llegaron a quererlo sobremanera, como sus queridos sobrinos, los Contreras Ramírez, hijos de Tía Mery y el también desaparecido amado Tío Carlos. Mi cuñado Juan Carlos. Conversar con muchas personas.

Pero hoy no quiero hablar del libro, que ya arranqué. Hoy quiero contarles como ha sido la relación, el recuerdo de Papá en este año 2011. Cómo ha sido mi relación con su recuerdo, con sus enseñanzas.

Cuando viajé a Venezuela en abril de este año tenía como propósito conocer más de Papá. Conocer más del hombre que me dio vida. Conocer más del hombre que mucha gente respetó y admiró en vida. Saber del hombre que no tuve oportunidad conocer.

Muchos detalles interesantes me encontré. El primero de ellos, y que me dio mucho orgullo, era la sensibilidad de Papá. Ya sabía de su atención por personas en necesidad, lo que no conocía de él era su facilidad para las lagrimas, para expresar lo que a muchos nos costaba. Papá era un mar cada vez que podía. Que valentía para hacerlo. Que alegría me dio saberlo. Él, tan fuerte que se veía, era bien noble al expresarse.

Este año lo he extrañado mucho pero he aprovechado de conversar con él. De contarle todo lo que he vivido, de decirle cuanta falta me ha hecho escuchar sus consejos, contar con él en esta hora. De que me dijera a mí, como se lo dijo a Frank, “el tiempo cura todas las heridas, hijo, no hay nada que el tiempo no pueda sanar”.

Algunos hemos leído su carta a Tía Yolanda, su “Testamento”, para ayudar a construir nuestro árbol genealógico. Muchas cosas nos dice en ella, quizás la más importante era el temor a la soledad. Me ha tocado y me asustó mucho. Papá estuvo siempre rodeado de mucho cariño, así como él lo entregaba sin mezquindad, pero siempre le preocupó el estar sólo.

Cuando expresó que se casó por segunda vez por no saber vivir sólo, entendí que era por ser muy dependiente, para ser noble con él y no decir que en su juventud era poco diestro para muchas labores de la casa. Por eso casó por segunda vez, pero al leer lo que comentó sobre Oswid me di cuenta del temor a quedar sólo, a sentirse sólo a pesar de estar físicamente acompañado. Qué cosas con algunos de nosotros, no sabemos aprovechar lo que vivimos, con quien vivimos cotidianamente.

Papá dice “Oswid David, huérfano de Madre a los 6 meses. Desde entonces está con nosotros, para nuestra felicidad porque los hijos propios crecen, se independizan, se casan, forman sus hogares y los padres quedamos como empezamos, SOLOS”. Si, SOLOS en mayúsculas. Que temor tenías Papá. Yo lo he vivido, lo estoy viviendo en este momento. Pero he estado aprendiendo viejo, he entendido, he llegado a aceptar que todas las circunstancias que nos tocan vivir tienen un propósito, el propósito que Dios quiere para cada uno de nosotros en nuestras vidas.

Papá, hubieses llegado este año a cumplir 70 años. Hubieses seguido, como lo eras, un viejo hermoso. Sabes, no tuve la valentía de decirte, tan solo pocos días antes de tu partida, cuanto te quería. Hoy, lo sabes, te lo he dicho hasta el cansancio, te quiero mucho viejo. Sabes que mucho.

Papá, pocas veces conversamos, pocas veces compartimos como amigos. Si te soy sincero, lo hemos hablado, creo que nunca lo hicimos. Tía Yolanda me contó de lo orgulloso que estabas de mí. De lo agradecido que estabas con Dios por tenerme. Sabes, el orgulloso debo ser yo por haberte tenido como Padre. Tuviste muchos desaciertos, se lo dijiste a ella, también a Mamá. “Lamento mucho no haber podido ver crecer a mis hijos a mi lado, de eso me arrepiento…”. Sabes, no tenías porque hacerlo. Las circunstancias que construimos a cada instante nos conducen en nuestra vida, nos indican el camino.

Papá, recuerdas cuando conversamos con tu amigo Solom después del entierro de tu Papá, mi Abuelo Rosendo. Dijiste “Yo tuve que tomar la decisión de separarme de mi esposa, de dejar a mis hijos, porque no quería vivir lo mismo que viví con Papá y Mamá, de compartir una vida juntos por puro compromiso…”.

Las decisiones que tomaste obedecieron a tus circunstancias, a la vida que quisiste llevar y esa vida nos lleno y nos sigue llenando de mucho orgullo. Dime quién no se equivoca. No hay infalibles. Hiciste lo que te tocó hacer, así como me tocó a mí este año.

He conocido muchas historias de hombres a quienes las circunstancias los llevo a separarse de su familia, a no seguir viviendo con sus esposas, con sus hijos. Ellos decidieron irse al bar, se equivocaron. Yo, afortunadamente, tomé otro camino, quizás el más sano, justo el día de tu cumpleaños 69.

Gracias le damos a Dios de haberte tenido. Perdón le debemos pedir a aquellos a quienes hemos ofendido, como debemos perdonarnos a nosotros mismos, como lo hiciste tú, contigo mismo y con todos los demás. Eso nos enseñaste.

Papá, en tu cumpleaños te recordaré como te lo mereces, con un amor inmenso por haber sido mi Padre; tratando de vivir lo mejor de tu ejemplo con mis hijos y con todos los demás. De practicar la humildad y el servicio. De entregarme a darle gracias a Dios por el propósito que tiene conmigo, como lo sentiste, y por haberme permitido tenerte.

Feliz cumpleaños viejo, sabes que TE QUIERO MUCHO.

Calgary, 28 de noviembre de 2011

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