#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado
Cuando salió la película Simón me escribió mi amigo Juan peña y me dice: «Pana, tú que conoces gente por qué no contactas a los productores de Simón y tratas de traer la película para Calgary, se ve muy buena». Le respondí que lo intentaría. En los días siguiente escribí al correo electrónico que aparecía en las redes sociales de Simón pidiéndoles la oportunidad de presentar la película en Calgary, pero no obtuve respuesta. Si mal no recuerdo fue entre abril y mayo de 2023.
Pasaron los días, semanas y meses, y volví a escribir a finales de septiembre y obtuve respuesta. Me escribió mi hoy amigo, Jorge Antonio González, uno de los productores de Simón. Su mensaje fue muy amable, algo que no ha cambiado hasta hoy día y que aprecio muchísimo.
Jorge me dijo que agradecía mucho el mensaje, que conversáramos sobre esa posibilidad y así lo hicimos. Me pidió algo de paciencia porque el equipo de Black Hole Enterprises, la productora de Simón tenía una agenda bien ocupada promoviendo la película en el mundo. La agenda se complicó aún más para finales de 2023 por el trabajo de promoción en España, país donde Simón logró ser nominada a los prestigiosos premios del cine en español, Goya, en la categoría de mejor película iberoamericana.
A pesar de lo anterior, recibí un mensaje de Jorge a mediados de diciembre, desde Bogotá y camino a Madrid, y retomamos todo lo necesario para lograr traer a Simón al oeste de Canadá. Acordamos como lo haríamos y agregamos dos ciudades aparte de Calgary, Edmonton y Vancouver. Así, todo estaba listo para poder ver Simón a comienzos de 2024 en estas ciudades.
Logré el apoyo importante, como siempre, de mi equipo de voluntarios en Calgary; de mis amigos Jorge Robles y Samuel Romero, de la Asociación de Venezolanos en Edmonton. Y de mi querida Patricia Ochoa, la Pachi, la misma Patricia en Canadá que menciona Horacio Blanco en la canción de Desorden Público «Los que se quedan, los que se van», y el amigo Iván Contramaestre, ambos de la Sociedad de Venezolanos en Vancouver. Gracias al apoyo de ellos, Simón llegó a Edmonton y Vancouver. Tuvimos la fortuna de poder presentarla dos veces en Calgary y Vancouver. En las tres ciudades el público quedó fascinado emocionalmente con la película. Todos salimos muy sensibilizados con lo que acabábamos de ver.
Mi querida amiga Rebecca Sarfatti se entera que vamos a presentar a Simón, me llama y me comenta después de ver la película en Toronto: «Josué, no te puedo contar nada de la película porque tienes que verla. No es lo que pensamos, cuando entré a la sala tenía un concepto errado. Créeme que es muy buena. El mensaje…». Cumplió su palabra. Recibo la película en digital para poderla calificar ante las autoridades de la provincia, no la veo. Decido aceptar lo dicho por Rebecca, espero por la función en Calgary.
En Calgary vive una joven que participó en las protestas en la ciudad de Valencia, Venezuela, en 2014. Soy amigo de su hermana, Mafi Ávila. Las invito y aceptan. Les pregunto si ella puede dar unas palabras la noche del estreno. Al principio me dijo que sí, pero al llegar a la sala, algo nerviosa, me dice que prefiere no hacerlo. Respeto su decisión. Mi hija y yo pronunciamos unas breves palabras y comenzamos a ver Simón.
Debo confesar que Rebecca tenía muchísima razón. Al terminar la función entro a la sala vacía y le envío un mensaje de voz a Jorge Antonio, creo que ya estaban en Valladolid. Con mucho sentimiento, casi con lágrimas en los ojos y mi voz quebrada, le dije: «Jorge Antonio, por favor, dile a Diego, a Christian y a todo el equipo que estamos muy agradecidos en Calgary por Simón. Han reflejado magistralmente lo que nuestros jóvenes, nuestro futuro, han sufrido y siguen sufriendo en mi querida Venezuela. Gracias eternas de corazón». Su respuesta, amable como siempre.
Salgo de la sala y busco a aquella joven que arriesgó su vida por mí y por todos en Valencia diez años antes. La encuentro, nos dimos un abrazo muy sentido. Ambos estábamos quebrados emocionalmente después de ver a Simón, en especial ella. Creo, y no me equivoco, que todos esa noche estábamos muy conmovidos. Demasiado.
En Edmonton me permití invitar a mi amiga Martha Barón, tía de Génesis Carmona. Al terminar la función nos abrazamos. El mismo sentimiento, por Génesis, por la joven de Calgary, por todos nuestros jóvenes.
Si usted no ha visto Simón, y no importa de qué país sea usted, debe verla. Simón representa un testimonio, como lo dijimos esa noche en nuestras palabras; «No solo histórico, sino sociológico y psicológico, de lo que ha significado y significa la dictadura en Venezuela, pero más importante aún, refleja la tenacidad, la gallardía, la valentía que, en 1814, 1928, 1958, 2007, 2014 y 2017 nuestros jóvenes demostraron». Lo que significa una dictadura en cualquier parte del mundo para los jóvenes y para todos.
Después de verla estoy seguro que podremos coincidir en que la historia de Simón no solo refleja lo que nuestros chamos han vivido y, peor aún, siguen viviendo en Venezuela y en cualquier país del mundo donde a nuestro futuro se le agrede sin piedad su salud física y mental. Pero, más aún, Simón es una lección de entender como el futuro de cualquier sociedad depende mucho de la inclusión, de ver más allá de lo obvio, del perdón y la inclusión, porque al final de cuentas muchas veces lo que ocurre obedece a circunstancias a la que somos forzados, coaccionados, obligados.
Cuando Chucho y Simón conversan por última vez, Simón se da cuenta y acepta, con profundo dolor, pero aceptando con humildad, su verdad, la que hemos vivido. Cuando Simón abraza a Joaquín, en una expresión de sincero amor y perdón, refleja lo significativo que es para cualquier sociedad el encuentro de su gente, a pesar de las diferencias y entendiendo más allá de las circunstancias.
Los coroneles Lugo y los funcionarios que torturan y asesinan a cualquiera y peor aún a nuestro futuro, deben ser procesados y castigados, y así ocurrirá.
Mientras tanto, tenemos que recibir a Simón, no solo como una muestra de lo que expreso, o como una de las mejores piezas del cine venezolano, sino como una expresión de que nuestro futuro depende siempre y para siempre de entendernos con aquel que está al frente, con aquel con quien tengo diferencias, con aquel que actuó forzado por las circunstancias, con aquel que es tan humano como yo.
Simón ha sido un regalo que Diego Vicentini, Christian McGaffney, Roberto Jaramillo, Luis Silva, Franklin Virgüez, Jana Nawartschi, Pedro Pablo Porras y todo el resto del elenco, al igual que mi amigo Jorge Antonio González y todo el equipo de la película nos han brindado.
Cierro estas líneas con lo que expresó Diego en una de las tantas entrevistas que ha dado sobre Simón: «Es duro ver en cada ciudad y cada país la herida colectiva que tenemos y como cada uno cuenta su historia y cómo se conecta con Simón. Duele ver cómo es de universal el dolor que nos han causado. Y también ha sido un espacio terapéutico conjunto. Estar trescientas personas, seiscientas, o mil en una sala de cine sintiendo más o menos lo mismo, nos ayuda a sanar».
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