#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado
Una tarde, a finales de enero de 2017 llegué a la casa de una cliente y amiga a buscar la encomienda que enviaría a Venezuela. Estaba sumamente estresada, no entendía lo que decía, «fue un terrible accidente, no sé quién está vivo y quién no, es terrible Josué, es terrible». Le pedí que se calmara y me explicara qué pasaba, me ofrecí a apoyarla en lo que fuera necesario.
Un poco calmada me contó que su ahijada vivía en Argentina y que el hermano de su novio tuvo un accidente de tránsito en Calgary. Lo único seguro que sabía era que dos de ellos, eran cuatro, estaban en el Hospital Foothills. Le pedí que se calmara y que se tranquilizara, que yo me acercaría al hospital a verificar quienes estaban allí, sus condiciones y todos los detalles posibles. Se calmó, aceptó mi ofrecimiento y me dirigí al hospital sin saber con qué me encontraría.
Lo que ocurrió esas siguientes semanas fue algo que me impactó de varias maneras, sobre todo en como el destino te presenta momentos en los que te hace pensar que todo lo que haces, todo lo que hacemos, de alguna manera inexplicable está relacionado en el universo. Que lo que planteó Carl Jung es cierto, todo está sincronizado, que «el universo tiene sus propios planes y que hay más entre el cielo y la tierra de lo que la lógica puede explicar».
Al llegar al hospital me conseguí a dos jóvenes, Andrei y Fernando, ambos iban en el vehículo que tuvo el accidente; viajaban con sus esposas, ambas sentadas en el asiento trasero. Por cosas de la vida, en una intersección una gandola los embistió duro impactando el carro en el que viajaban estos cuatro talentosos jóvenes venezolanos. Regresaban de pasar unos días de descanso en Alberta. Visitaron Banff y unos amigos en Calgary. Iban de regreso a Saskatchewan, a continuar sus estudios de posgrado, maestrías y doctorados.
Lamentablemente, las dos jóvenes fallecieron en el accidente. Desde Brooks trasladaron a Andrei y Fernando a Calgary. Fernando con una leve fractura en la mano, nada grave y no requería hospitalización; Andrei con una situación más complicada que generaba mucha preocupación y que requería hospitalización. No recuerdo si era de cirugía inmediata o no. Lo que sí sé es que luego del accidente necesitó un proceso de recuperación y terapia física para recuperar su movilidad, su normalidad.
En esos días, para mi fortuna porque así tenía que suceder, estaba de vacaciones y esa noche en el hospital me ofrecí para apoyarlos en lo que fuera necesario. Conocí a Mayda y Gustavo, dos de los amigos que habían visitado; a Aitor, hermano de Andrei, a muchas otras personas. En los días sucesivos llegaron los padres de Fernando y para mi sorpresa, ya conocía al padre, a Luis. Lo conocí en mis años de viaje por toda Venezuela y los meses que viví en Anzoátegui, en mi época de política activa.
Los días transcurrían con lentitud. Sentía que estaba como en una película que no terminaba hasta que llegaron los días de los preparativos para los sepelios, todos los trámites necesarios y más. También llegó el día en el que arribó a Calgary Maxroxia, hermana de una de las jóvenes, la esposa de Andrei1. Me puse a su orden y ofrecí apoyarla en todo lo que pudiera.
Decidieron que cremarían a su hermana y que trasladaría las cenizas al estado Bolívar, donde ambas crecieron y estaba la familia. Como conocía al cónsul general de Venezuela en Vancouver de ese momento, lo llamé y le pedí que nos apoyara en todos los trámites necesarios para poder lograr el propósito de llevar las cenizas de la joven lo más pronto a Venezuela. Nos dijo que si e indicó lo que teníamos que hacer.
Ocupados en esa tarea, nos fuimos a una tienda a sacar copias de los documentos necesarios. Allí estaba conmigo Maxroxia cuando de pronto me pregunta, viendo un sobre con unas etiquetas que tenía, de qué eran. Le respondí: «son unas etiquetas que usamos para colocarlas a los medicamentos e insumos que enviamos a Venezuela a través de Venezolanos por la Vida Canadá, una tarea a la que nos hemos avocado para poder apoyar en la grave crisis de salud que se vive en el país en este momento, algo de ayuda humanitaria».
Su rostro cambió de pronto y vi unas lágrimas caer. No entendía que sucedía. Me dijo: «pensar que tuve que venir tan lejos, que mi hermana tenía que partir para conocer a quienes le salvaron la vida a dos de mis pacientes, una de ellos mi pequeña ahijada». Me contó que ella era médico y que trabajaba en el Hospital de El Algodonal en Caracas. Un día llegó una parturiente desnutrida con proceso de parto adelantado. Tuvieron que hacer esfuerzos para poder salvar la vida. El grado de desnutrición era severo y no tenían los insumos necesarios para poderlo entubar. Ella recordó haber visto unos catéteres diminutos en la oficina de unos de los médicos. Sabía que estaban escondidos para que las autoridades del hospital no se los quitaran y pudieran ser usados en casos de emergencias, como el de ese momento. Sigue con su historia: «salí corriendo a la oficina de mi colega, busqué en las cajas y lo encontré. Regresé y pudimos colocarle la vía a mi paciente, ustedes le salvaron la vida. Lo mismo ocurrió con un bebé a quien le salvamos la vida gracias a los insumos que ustedes enviaron. Mira lo que hace la vida con nosotros, tenía Maxli que partir para yo poder conocer a quienes le salvaron la vida a mis pacientes…». Nos abrazamos, lágrimas en los rostros de ambos. Una sensación fuerte me llenó en ese momento.
Han pasado unos cuantos años. Andrei y Fernando lograron terminar sus estudios, hoy día excelentes PhD en geología siguen con su vida. Me encontré a Andrei hace algunas semanas en Calgary. A Fernando lo volví a ver hace un par de años, también a dos de sus hermanos. Con Aitor he conversado un par de veces. He conversado con Maxroxia en varias oportunidades. Ellos siempre estarán en mi vida. Como las dos jóvenes, Maxlimer y Narhla, quienes desde donde están siguen presente en la vida y en los corazones de quienes las conocieron y las amaron.
Al año siguiente de ese encuentro escribí unas líneas. En ese momento aún no conocía y mucho menos entendía lo propuesto por Carl Jung, pero ya estaba en mi psique, en mi saber:
«Hoy, hace un año, me tocó vivir quince días muy intensos y de gran aprendizaje. Me tocó entender lo que significa amar, entregar, recibir.
Hoy, hace un año, supe y entendí que nada pasa por casualidad, que de cualquier manera estamos unidos. Unos parten, otros llegan, a otros ayudamos a quedarse. Siempre existe el momento de entender que hacemos cada día, a cada instante.
Y conocemos y nos encontramos con aquellos que serán importantes en tu vida. Y te dan la oportunidad de agradecer por poder brindar lo mejor que podamos brindar, lo mejor que podamos hacerlo, sin importar cómo lo hacemos. Sin importar si lo notan. Lo importante es que ocurra, que tu corazón esté dispuesto a darlo todo y que quien lo reciba, tenga la oportunidad de encontrar la felicidad, a pesar de todo.
Tenemos que amar la vida. Tenemos que ser capaces de decir te quiero, te amo, te extraño. Tenemos que saber dar las gracias por cada día y cada día».
Comentarios
Todo tiene un porque en la vida y quizás esa era la manera en q debías conocer a todas esas personas! 💖