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El día que conocí a Jimmy Carter

#UnaHistoriaQueNuncaAntesHabíaContado

 





Acaba de fallecer a sus 100 bien vividos años, el expresidente de los Estados Unidos de Norteamérica, James Earl Carter, Jr., conocido por todos simplemente como Jimmy Carter. Está de más contar el legado que Carter nos ha dejado con ese gran esfuerzo que hizo luego de dejar la presidencia americana en 1981, promocionar la democracia, sus valores, la defensa de los derechos humanos, la participación ciudadana, la importancia que tiene la transparencia y elecciones completamente libres y justas.

 

Mi agradecimiento con él, por ese esfuerzo, lo quiero plasmar en estas líneas recordando aquel momento en el que tuve la oportunidad de conocerlo, personalmente, en uno de los días de gran importancia y trascendencia en la historia contemporánea de mi querida Venezuela. En esa oportunidad Carter estuvo acompañado por César Gaviria, expresidente colombiano que en ese momento era el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), quienes en representación del Centro Carter y de la OEA, eran observadores internacionales y garantes de la transparencia de la realización del Referéndum Revocatorio que se había logrado convocar contra el presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, para el 15 de agosto de 2004.

 

A Gaviria ya lo había conocido cuando fui representante alterno de Venezuela ante la OEA, en los años 1993-1994, en ocasión de su candidatura a secretario general, y luego ya electo y ejerciendo el cargo en la sede de la organización en Washington, DC. Coincidimos en numerosas reuniones, particularmente las del Consejo Permanente.

 

Ese 15 de agosto, quizás cerca o alrededor de las 9:00 p.m. o más tarde, llegamos al Hotel Intercontinental Tamanaco de Caracas, Enrique Mendoza, gobernador del estado Miranda; José Luis Mejías, Carlos Ocariz y yo, miembros del partido Primero Justicia. Minutos antes habíamos acordado vernos allí con Carter y Gaviria. Al llegar nos apartamos a una terraza y esperamos por ellos. Cuando llegaron, el gobernador Mendoza les señala que la información que recibimos de los centros de votación del país era muy positiva. Gaviria ve a Cárter, voltea a ver a Mendoza y comenta: «Gobernador, acabamos de llegar de visitar varios estados del país. ¿Dónde estaban sus testigos de mesa? Hubo centros donde ni siquiera miembros de mesas de su opción estaban presentes».

 

La expresión en el rostro de todos nosotros, particularmente la del gobernador, cambió rápidamente. Un aire de pesades nos abordó. Confieso que yo estaba muy entusiasmado porque todo el día recibíamos noticias «alentadoras» de los coordinadores de los estados y de los municipios más importantes del país. Ese comentario de Gaviria echó por el suelo toda esa ilusión que, estoy seguro, Mendoza, Mejías, Ocariz y yo teníamos cuando llegamos al Tamanaco.

 

Mendoza le respondió a Gaviria que lo importante era contar con las actas de los centros de votación para garantizar la transparencia del proceso y, sobre todo, el resultado. Que nuestra gente, nuestros miembros de mesas y testigos «desplegados por todo el país» las harían llegar al comando central.

 

Hubo una breve conversación. Carter estaba notablemente cansado por la jornada de ese día. Les agradecimos su presencia en el país y el esfuerzo que estaban realizando por garantizar que el proceso fuera transparente. Nos despedimos y nos regresamos a la sede de la Coordinadora Democrática. Las caras en el viaje de regreso eran de mucha alarma.

 

Mendoza insistía mucho en la confianza que él tenía en la dirigencia de todos los partidos políticos, movimientos sociales, organizaciones como los amigos de la Gente del Petróleo, los técnicos electorales y, muy importante, en el ciudadano común que se incorporó como miembro de mesa o testigo por nuestra causa. Comenzaron a llegar las actas, empezamos a notar el problema. Los resultados, de todos conocidos, le dieron el triunfo a Chávez. Por supuesto que hubo críticas muy duras contra Carter y su Centro; contra Gaviria y la OEA. Pero esa noche confirmamos un tema que siempre preocupó en el proceso: no contábamos con miembros ni testigos en el 100% de las mesas, hubo una deficiencia muy importante que nunca se logró superar.

 

Pocas semanas después, específicamente el 15 de septiembre de 2004, el Centro que presidía Jimmy Carter confirmaba que en el Referéndum Revocatorio que se había logrado convocar contra el presidente electo de Venezuela, había sido derrotada la opción del Si, no se logró revocar el mandato presidencial de Hugo Chávez.

 

La frustración se hizo presa de todos los que queríamos un cambio por vía democrática con ese mandato. Muchos seguimos luchando porque eso ocurriera. Pero esa frustración causó, también, cometer muchos errores. Quiero destacar uno que me afectó en lo personal, y no me refiero a lo profesional o laboral, sino afectivo. Un número muy importante de electores de los sectores de Caracas que pertenecen al estado Miranda, me refiero a los habitantes de los municipios Baruta, Chacao, El Hatillo y Sucre, decidieron no votar en las elecciones regionales y municipales que se realizaron casi seguidas al Referendo, logrando que Diosdado Cabello resultara electo gobernador del estado. Con eso «castigaban» al culpable de la derrota: Enrique Mendoza. «Se lo merecía».

 

Una tía muy cercana, que vivía en Baruta, me dijo: «Yo no voté por Enrique y le dije a todo el que pude que no lo hiciera porque por su culpa ese monstruo sigue en el poder, además así tú vas a saber lo que es estar jodido porque a tu tío lo botaron en el paro y no ha podido trabajar desde entonces, ahora te toca a ti…».

 

No la culpo. Todavía hoy entiendo lo que ella sintió. Lo mismo con los electores que decidieron castigar a Mendoza. Cuando mi tía se enteró de las razones que motivaron nuestro viaje intempestivo a Canadá apenas Diosdado asumió la gobernación, quiso disculparse y le dije, siempre, que no era necesario, que entendí perfectamente porqué lo hizo.

 

Estoy convencido que lo ocurrido con Mendoza, con quien trabajé varios años y uno de los políticos que más admiraré de Venezuela; luego con Capriles y después Guaidó y con muchos líderes políticos venezolanos que han demostrado un talente democrático, muy a pesar de los errores que pudieron haber cometido, no es más que la expresión de la gran frustración que ha causado el no haber logrado el cambio que todos hemos aspirado en Venezuela, pero es bueno recordar que todo arrancó desde aquel momento en 2002 con un intento claro de golpe de estado perpetrado por todos nosotros, con Pedro Carmona Estanga a la cabeza, por salir de Chávez. Es decir por vías no democráticas.

 

En 2004 criticamos a Carter, hombre de grandes virtudes y un legado innegable, acusándole de ser cómplice del «fraude electoral» en el Referéndum, pero en 2024, veinte años más tarde, con un órgano electoral totalmente controlado por la dictadura, logramos un triunfo que es reconocido incluso por aquellos gobiernos que eran aliados de la dictadura y donde el Centro Carter ha sido importante para el gobierno americano reconozca nuestro triunfo del 28 de julio.

 

Lo que quiero significar con el comentario anterior es que todos estos años hemos sido presos de numerosas teorías conspirativas que se resumen en un sistema electoral amañado, cuando en realidad lo que hacía falta era que no se repitiera el «autogol» del Referéndum de 2004: teníamos que cuidar los votos, siempre, como lo hicimos en 2015 cuando ganamos la Asamblea Nacional. Mejor aún, como lo hicimos en 2024, liderizados por María Corina Machado, cuando logramos el gran triunfo de nuestro candidato presidencial Edmundo González Urrutia.

 

¿Tuvo responsabilidad Enrique Mendoza en 2004? Si. ¿Tuvo responsabilidad Capriles en 2013? Si. ¿Tuvo responsabilidad Guaidó en el gobierno interino? Si. Nuestra dirigencia política ha cometido muchos errores que no vienen al caso analizar, pero nosotros, como sociedad, como colectivo humano afectado tenemos también mucho de responsabilidad porque no hemos hecho la tarea completa. No estudiamos; no evaluamos adecuadamente; no confirmamos las «noticias falsas» y las multiplicamos irresponsablemente. No aprendemos de la historia, nos cuesta.


Cierro estas líneas con esta referencia histórica sobre Jimmy Carter y los rehenes americanos de su embajada en Irán, que generó acusaciones de debilidad como líder contra él. Pues, al final, los rehenes fueron liberados el 20 de enero de 1981, el día en el que Ronald Reagan fue juramentado como presidente. Años después se confirmó que esa liberación ocurrió gracias al esfuerzo del presidente James Earl Carter, Jr., el presidente número 39 de los Estados Unidos de Norteamérica.






















































































Comentarios

Anónimo dijo…
Interesante aunque menciona varias cosas que no explica. Por fin nos trampearon por falta de testigos o realmente sacaron mas votos?

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